Macetas alineadas bajo el toldo azul a rallas. Las nubes a punto de descargar en cálidas lluvias. La humedad elevada. Echan a volar las golondrinas por los edificios, y en sus nidos crearán y alimentarán nuevas vidas.
La apaciguada y calurosa tarde de verano desde la ventana de mi estudio o cuarto de los trastos… antenas, tenderetes, flores… Cómo las flores rosas de la terraza de Paula. Pasamos el atardecer mirando esas bellas flores.Teníamos un foco de atención en común. Quiero creer que entendí por momentos su mundo. Quiero creer que en mi compañía también fue feliz.
Paula es la joven que cuido algunas noches. Paula tiene limitaciones físicas graves pero no afectivas. Si quiere te sonríe, sonríe al mundo. Si quiere te acaricia con ternura. Y le encanta la música como a mí. Así que pasamos parte de la tarde y noche cantando. Y lo digo en plural porque ella a nivel energético me acompaña.
El otro día le pregunté cómo son sus sueños. Le dije que seguro que son bellísimos como su presencia. Ana no puede hablar, pero nos transmite paz y ternura. Y esas son las sensaciones que cualquier orador u oradora por excelencia desearían tener.
Vuelvo a su mundo, a sus sueños. Me imagino ya desde mi estudio sus sueños desde mi imaginación, desde mi modesta e ingenua imaginación. Aunque no pueda estar en su mente la empatía me ayuda, sentir lo que ella pueda sentir. Seguramente sea lo más poético y mágico que jamás un ser humano haya soñado. Quizá sueñe con que supera obstáculos, pueda hablar y nos de lecciones magistrales sobre lo más importante en la vida, amar cada día a sus seres queridos sin egoísmo aparente de aquellos que hablamos, andamos y a veces creemos volar. Igual la felicidad reside en imaginarnos muy a menudo esos recuerdos o situaciones calidad que nos dan paz. Igual es todo más sencillo y solo se trata de vivir y amar.